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Un sábado diferente #NiUnaMenos

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El año pasado no fui a la marcha #NiUnaMenos. No pude.

Ayer, sábado 25 de noviembre fui con mi hijo de 5 años y una amiga. Caminamos 20 minutos desde cada hasta la estación y nos metimos en el Metropolitano y llegamos rápidamente a la Estación Central en el Centro Cívico.

Salimos de la estación y comencé a sentir el sentimiento colectivo, las ganas de expresión y la sed de justicia. Gente de todas las edades, familias, amigos, instituciones, grupos organizados. Todos, a favor de esta misma causa. Un sentimiento bonito, todos con el mismo objetivo.

Como les comento, estaba yo con mi hijo de 5 años. Y mi objetivo con él era vivir una experiencia distinta, bonita, interesante, que le despierte los sentidos y poco a poco el interés de este tipo de expresiones.

¿Y cómo explicarle? 

Siempre he pensado que hay que ser sincero. Transparente. Pero dosificando de acuerdo a la edad. Y cuando le dije que iríamos, él siempre me dijo que sí. Pero no entendía eso de la marcha. «¿Acaso vamos a marchar»? me dijo y de hecho en un momento del recorrido marchamos los dos como soldados, riéndonos claro.

Pero bueno y ¿por qué? Pues porque hay cosas injustas que suceden en el Perú, le dije. Como también le conté que hay mucha violencia. A lo que tuve que añadir que eso significaba que hay en el Perú muchas mujeres, niños y gente a la que le pegan, gritan, y maltratan en sus propias casas. Donde sus propias familias les hacen daño. Entonces estábamos ahi para que se nos escuche y sepan lo que se está pidiendo. 

Y no tuve otra pregunta más. Solo tuve un positivo acompañamiento de 2 horas y media de caminata ininterrumpida. 

Vimos todo tipo de expresiones. Víctimas, mujeres con discapacidad, movimientos artísticos, batucada, baile, arengas sin parar.

Cada expresión era original, distinta y todas me dejaban pensando. Todas me hacían volver a un lugar en mi mente donde había almacenado un comentario de esos. Por ejemplo, lo que decían los niños del José Antonio Encinas «ni sumisa ni obediente, me quiero libre y valiente».  Cuántas veces en mi niñez, en el colegio, por ejemplo, me recalcaron que la obediencia era el camino… esa obediencia ilógica, sin cuestionamientos. Nada más equivocado.

En un momento nos topamos con una de las mejores banderolas que vi. La del mensaje de los niños: «Marchamos ahora para no tener que marchar de grandes». No podía resumir mejor lo que tenía en la cabeza. El por qué mi hijo estaba ahi conmigo. ¿Cómo hacer que estos temas sean relevantes para él cuando sea grande si no hago que lo sean de niño?

Las personas adultas tienen sus propios intereses, pero lo que vives en la niñez te marca definitivamente un camino para la vida. Estar ahi era un mensaje para mi hijo: ser un actor de paz y sobre todo un vigilante de los derechos de todos.

Y poco a poco pasaron las horas, mientras recorríamos el centro de Lima, y claro que mi hijo empezó a quejarse del cansancio. Pero finalmente aguantó.

Cuando llegamos a la casa me dijo «Me encantó ir a la marcha». 

Fue una tarde de sábado diferente para él y para mí. Terminamos agotados pero con el corazón lleno de sentimientos y la cabeza con muchas ideas dando vueltas.